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Las cinco claves (y una copa) para encargar un traje a medida

Las cinco claves (y una copa) para encargar un traje a medida

Querido lector,

Pedir un traje a medida no es como pedir un café.
No basta con decir “uno con leche” y esperar que el resultado sea idéntico al de ayer.
Encargar un traje a medida es, en cierto modo, una declaración de intenciones.
Y también una prueba: la de tu paciencia, tu gusto y, sobre todo, tu capacidad para dejarte conocer.

Porque un traje a medida, créeme, no se hace de tela. Se hace de ti.

Déjame que te cuente cómo funciona esto. Si algún día cruzas las puertas de Bund (y espero que lo hagas eh), hay cinco cosas que deberías saber antes de empezar.

No son reglas. Son señales. Como las de la carretera, pero con mejores zapatos.

1. El primer sorbo importa

No te precipites.

El primer encuentro con tu sastre en BUND es como una primera cita. No vengas corriendo, ni después del gimnasio, ni con el móvil vibrando en el bolsillo.

Ven con tiempo.

Habla, escucha, toca los tejidos, pregunta lo que quieras. Que para eso estamos.

El traje empieza ahí, en esa conversación entre dos personas que aún no se conocen pero que, durante unas semanas, van a compartir un mismo objetivo: que camines como si el mundo estuviera hecho a tu medida. Por que cuanto más sepamos de ti, más sabremos dar con la tecla perfecta, como la que toca Ludovico Einaudi en Nuvole Bianche, qué delicia por favor.

2. La tela habla

Hay telas que gritan y otras que murmuran.
Las primeras las ves de lejos: brillos excesivos, tramas que parecen pedir un micrófono en el club de la comedia en Gran Vía. Las segundas, en cambio, solo se revelan al tacto. Son las que eligen los hombres que no necesitan convencer a nadie.

Un buen tejido no se luce: se lleva. Y la elección es más importante de lo que parece.

Porque un traje empieza a envejecer el día que se corta, y solo los tejidos nobles envejecen con dignidad.

 

3. La medida no es el número

A veces la gente cree que “a medida” significa “ajustado”. Error de principiante.
Un traje bien hecho no oprime, abraza. Debe moverse contigo, no contra ti.

Por eso nuestros sastres en BUND miden más que centímetros: medimos gestos.

Cómo te sientas, cómo te levantas, cómo te tocas la chaqueta cuando hablas de algo importante. El traje que se adapta a tu cuerpo, pero también a tu manera de estar en él.

Cambia la película, eh?

4. La paciencia viste mejor que el dinero

Lo fácil sería hacerlo rápido. Pero la prisa nunca ha sido elegante. Un traje Bund necesita su tiempo (Entre 6-7 semanas si te lo estás preguntando), igual que un buen vino o una historia que merece contarse. Mientras esperas, algo ocurre: empiezas a imaginarlo, a desearlo, a entender que lo que viene de verdad, bueno no llega con Amazon Prime.

Y el día que lo recoges, cuando te lo pruebas frente al espejo, entiendes que la espera formaba parte del proceso.

Del rito.
De BUND.

5. El espejo no miente (pero a veces halaga)

No te fíes del todo del espejo. Hay espejos benévolos y otros que guardan rencor.
Confía más en cómo te sientes que en lo que ves.

Si al abrochar el último botón sientes que podrías hablar mejor, caminar mejor o incluso decidir mejor… enhorabuena: el traje ya es tuyo.

No porque te quede bien, sino porque te pertenece.

Encargar un traje a medida no es un trámite. Es una conversación entre tu pasado y tu futuro, entre el hombre que eres y el que te gustaría ser.

Y como toda buena conversación, empieza con una copa.

¿Qué te servimos?

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